sábado, 14 de mayo de 2011

UN CUERPO SIN VOZ

La siguiente opinión se hace inspirada en el texto de  la  de la profesora Clara Cuervo
“El maestro lector y escritor: cuerpo y emociones”





“la letra con sangre entra”  Cuántas veces no hemos escuchado a nuestras madres, tías vecinas, conocidas hablar de su experiencia con la escuela, nos  cuentan su historia  y no precisamente con una sonrisa en la boca; tal parece que aquella época no se borrara nunca de sus recuerdos.

Es entonces cuando el cuerpo sufre las consecuencias de los actos de maestros y padres que sin ningún reparo le otorgaban a la escuela toda potestad para educar a su hijo como ellos consideraran pertinente, sin importar lo que el menor sintiera.

Historias sobre el rincón del castigo, la regla que corregía, la ridiculización del estudiante frente a sus compañeros, el apodo de  “burros” a los que no daban la respuesta correcta; son las que en muchos casos nos comparten. Pero mas allá de estos actos, que si bien fueron violentos, esta la enorme tristeza con que las cuentan, aunque ha pasado el tiempo y hablar del tema parece no tener ningún problema, la nostalgia que les dejó al pasado está siempre presente. Muchas veces vemos la manera como algunos padres  enseñan a sus hijos a leer y a escribir  y nos preguntamos, ¿Cómo fue  su experiencia en los procesos de enseñanza aprendizaje? ¿Cuáles fueron  sus emociones? ¿Se siguen repitiendo estas prácticas en la escuela?



“He visto en la escuelas niños y niñas temblando, sonrojados, sudorosos, llorando hasta orinados cuando están “cumpliendo su deber” de leer en voz alta. Esto provoca emociones de miedo, ira, tristeza, asco, vergüenza, culpa, antipatía, entre otras. ¿Cómo será la vida de este niño o niña, además de temerle a la escritura? Para un niño o joven estas emociones decepcionantes pueden llegar hacer fatales” (Cuervo, 2010, pág. 7)


Pensamos  que todo hace parte del pasado, que son situaciones que ya no se ven, a lo mejor  la frase ya no es tan marcada; pero algunas prácticas se repiten diariamente. Nuestros niños que llegan con la alegría y las ansias de recibir del maestro ese nuevo conocimiento, eso que tiene para contarme; ilusión que en muchas ocasiones se ve truncada porque en algunos casos las practicas aún con nombres distintos siguen siendo las mismas.

Lograr  que un niño ame la lectura y la escritura comprendiendo que son su derecho y una herramienta para vida, para el goce de nuevos mundos y para la interpretación de su realidad; es todo un proceso que requiere de maestros y padres dispuestos a romper esquemas y adentrar en las emociones de sus hijos, entendiendo que cada proceso es distinto y que lo que se le facilita a un niño, pude requerir más tiempo para otro. Ahora bien hacer lo contario y dañar de por vida la ilusión de un niño es tarea fácil para la escuela, basta con darle más importancia al resultado que al mismo proceso.

Es importante mirar al niño, más que como un recipiente que tenemos que llenar de lo que nosotros consideramos importante, como un interlocutor válido,  un otro que siente, sueña, llora, se ilusiona. Es decir ver al ser humano que lee y escribe. Mirarlo desde el  afecto para que así “el amor por la lectura y la escritura” (cuervo. 2011. Pág. 13) serán una realidad, una necesidad que parte del gusto del niño.


“El amor es la emoción que constituye el dominio de conductas donde se da la operacionalidad de la aceptación del otro como legitimo otro en la convivencia, y es ese modo de convivencia, lo que connotamos cuando hablamos de lo social. (Maturana, 1998, Pág. 24)

Pensar en  el niño en la escuela y sus procesos de enseñanza aprendizaje de  lectura y escritura va mas allá de normas y currículos escolares, es mas trasciende las paredes de la escuela; implica pensarlo como un ser social que necesita interactuar en espacios académicos donde construirán herramientas, conocimientos, donde experimentara sensaciones, emociones; para entenderse como sujeto trasformador de su realidad.



1 comentario: