martes, 17 de mayo de 2011








ESTETICA Y ETICA







“Soy un hombre sincero porque soy un hombre verdadero y soy un hombre verdadero porque soy un hombre integro”
José Martí.


Cuando nos encaminamos en esta tarea de ser escribir, claro no importa que no nos den el merito aún, recordamos los textos leídos tal vez para tener alguna idea de cómo hacerlo bien, de cómo hacerlo bello, pero sería importante preguntarse bello para quien o con que intensión, seguramente solo pensamos que la satisfacción de lo que escribimos será completa si es aprobado por quienes consideramos grandes en la materia. Conociendo el planteamiento de martí a través de Alzaga podemos reflexionar sobre otros aspectos que van más allá de toda pretensión.

Entonces  ¿por qué escribir algo bello dentro de la literatura?  Vienen a nuestra mente los imaginarios de lo estético de lo aceptado y rechazado por estar o no dentro del arte; ahora bien como podría ser la literatura arte y por qué  sería necesario que lo fuera, “No, no es el concepto del arte por el arte lo que Martí plantea. No crear belleza por crearla: ciclo que concluye en la propia creación, arte sólo y suficiente, sino el arte con el hombre y para el hombre que lo hace y para aquel que lo sabe recibir”  Alzaga, (1983, pag, 142)

El arte para el hombre, le da  sentido a esta tarea de buscar en la literatura como lo platea Al zaga 1983 referenciando a martí; donde  la literatura  es la voz de los pueblos, que es posible plasmar sus vivencias, sus procesos históricos con lo cual se busca la libertad humana, es entonces donde lo ético cumple un papel fundamental al estar por ende acompañado de la belleza. Contar a través de la literatura las historias de los pueblos y a la vez hacer una reivindicación por la vida humana es tal vez donde ésta  se complace en  ser instrumento y voz para lo que no han sido escuchados, para esa otra historia que no ha sido contada.  Es posible entonces “castigar con la poesía como con un látigo, a los que quieran quitar a los hombres su libertad” Alzaga citando a Martí (1983 pág. 145).






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